Guía práctica de fotografía
La fotografía de paisaje, es una de las especializaciones dentro de la fotografía de Naturaleza que mayores adeptos y participantes encontramos a lo largo de todo el mundo. Parecería que esta especialidad es una de las más simples, y no son pocos los que creen que solo basta con estar en el lugar indicado, levantar la cámara, mirar por el visor y disparar.
Esta tarea comienza a encontrar pequeñas y grandes fallas cuando, al descargar las imágenes en nuestra PC, descubrimos que las montañas no parecen tan majestuosas, los colores no son ni parecidos a los que vimos, algunos horizontes están torcidos y, en general, las imágenes no representan ni una cuarta parte de lo que vimos en nuestro trekking.
Es ese el momento en que, la gran mayoría, hecha culpas
a su equipo sin reconocer
que la cámara hace solo lo que nosotros le indicamos y
que si el resultado no está acorde a nuestras expectativas
no es porque el equipo sea malo, sino porque en la gran mayoría
de los casos no hemos sabido utilizarlo correctamente para lograr
lo que queríamos. Como dijo Ansel Adams “puede haber
técnica sin arte, pero no hay arte sin técnica”.
Primero ver, después mirar
Uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos ante imponentes paisajes, es pretender retratarlo todo en una sola toma; es preferible realizar varias tomas de diferentes elementos a pretender colocarlos todos en una sola; de esa manera podremos destacar detalles y centrar la atención en aquellos temas que queremos destacar.
Es fundamental ir sin prisas y realizar una serie de preguntas
como ¿Qué es lo que quiero mostrar? ¿Es la
hora la más indicada para hacerlo? ¿Es este el mejor
ángulo? ¿Quiero destacar las montañas o los
árboles, el lago o el cielo? Con las respuestas a estas
preguntas, uno puede concentrarse en un solo tema, sabiendo que
las composiciones más simples y con menos elementos son
las que poseen mayor fuerza y las más efectivas.
Hay que estar atento percibiendo todo lo que nos rodea, desde
la majestuosidad de una cascada, hasta esa pequeña flor
que crece al costado del lago; reparar en esos elementos de manera
independiente, nos permitirá comenzar el proceso creativo
que logrará que nuestras imágenes se diferencien
de las tantas realizadas con anterioridad, logrando de esa manera
comenzar a plasmar una visión personal en cada imagen.
Como dice Fernando Purche en su libro Paisaje interior: “Hacer
fotos de paisajes no es complicado, lo difícil es hacer
buenas fotos de paisajes. Si el fotógrafo no pone mucho
de su parte, el resultado obtenido será probablemente muy
parecido al de otras personas”.
Esa es quizás una de las tareas más complejas de
la fotografía de paisaje: plasmar no solo lo que vemos
en la geografía que nos rodea, sino ser capaces de plasmar
su esencia.
Sin duda para lograrlo, se necesita de un dominio completo del
equipo, pero sobre todo de una sensibilidad especial.
La luz
Otro elemento con el que podemos desarrollar nuestra imaginación
es la luz. Un mismo paisaje a diferentes horas del día
y en diferentes épocas del año, nos presentará
un abanico impresionante de variables.
Hay que animarse a jugar con los claros, las sombras, los destellos,
las nubes, los rayos del sol filtrándose por el follaje,
todo debe ser tenido en cuenta.
Quizás el problema mayor al que nos enfrentemos, es la
medición de la luz. En la mayoría de los casos la
medición matricial será la indicada, dado que ésta
nos permite medir toda la escena donde comparten el mismo escenario
luces y sombras.
Sin embargo, nos enfrentaremos a situaciones donde la medición
será más complicada y deberemos decidirnos por medir
en una u otra zona. En estos casos, lo recomendable es inclinarnos
por medir en las zonas de mayor luz, dado que las zonas mas oscuras
pueden recuperarse –en mayor o menor escala- en la PC, cosa
que es casi imposible con las zonas que han salido quemadas.